La
gran elección de las mujeres
La
existencia de Dios no se puede probar, ni tampoco refutar. Hay
supuestas pruebas clásicas de la existencia de Dios, que no resisten
un barrido lógico en serio. Una de las más antiguas es esta.
Si
X tiene por causa Y, y a Y lo causa Z, ascendiendo por la cadena de
causas tenemos que llegar por fuerza a una causa primera. Esa causa
es Dios.
(¿Y
por qué detenerse, cuál sería la causa de Dios, y la causa de la
causa...?)
La
verdad no nos hará libres, pero sí, seguramente, nos permitirá
encarar el sendero que conduzca a nuestra felicidad.
¿Y
la felicidad, para qué?, se pregunta Juana, personaje de Clarice
Lispector.
Vuelta
a recomenzar. El giro de la rueda lógica no tiene fin...
Esa
búsqueda de la felicidad, individual, es una de las causas del
feminismo, que lleva y ha llevado a muchas mujeres a abandonar otro
tipo de consideraciones sobre su fin en el mundo.
Porque
una de las mejores maneras de ser felices, en serio, es buscar y
encontrar un sentido a nuestra vida en este mundo.
Ello
ha conducido, a lo largo de la historia de las religiones y de los
sistemas morales, a determinar algunos puntos en común. Y
básicamente, la necesidad de darse a los demás, de entrega fuera de
sí mismo.
A
ello se opone la búsqueda de la felicidad individual, en la que el
centro del mundo es nuestro propio ombligo.
Algunas
feministas, bastantes de entre ellas, han preterido así la búsqueda
de una felicidad en pareja y la maternidad y la crianza de los hijos.
Una
falsa concepción de la igualdad, que no de derechos, que eso no está
en discusión, las ha llevado y las lleva a forzar la mano de tener
una carrera laboral igual a la de los hombres.
Lo
que provoca, o bien el abandono de la maternidad y en muchos casos de
la pareja, o bien el manotear en el aire con desespero para intentar
tenerlo todo. Carrera y maternidad.
La
experiencia nos va enseñando que, de una u otra forma, hay que
elegir. Las mujeres tienen que elegir.
Vemos
cada día parejas disueltas e hijos descuidados en su educación y
sus estudios por el vano intento de combinar lo mejor de ambos
mundos.
Muchas
mujeres feministas han optado por posponer indefinidamente la
maternidad, y dado que su idea-pivote es la búsqueda de la felicidad
individual, no consiguen mantener por mucho tiempo una relación de
pareja estable.
Ello
conducirá en un futuro próximo a un incremento sostenido y
constante de la frustración de ese grupo de mujeres.
Otras
han roto con su pareja y se encuentran abocadas, siendo madres, a la
imposible tarea de mantener el estatus económico a que se han
acostumbrado y educar convenientemente a la prole.
Parece
un escenario digno de la fase del capitalismo que nos ha tocado en
suerte vivir. Hijos descuidados en sus estudios y educados por las
redes sociales, que frecuentan sin control.
Es
el antecedente perfecto de la distopía que nos están cocinando.
Generaciones de ignorantes, fácilmente manipulables por el sistema
para que sobrevivan con sueldos de miseria.
A
las élites rectoras les interesa claramente la propagación del
feminismo tal como se está plasmando en nuestras sociedades
occidentales.
Los
hombres han elegido hace mucho. Desde los tiempos del patriarcado, el
hombre ha elegido tener una carrera laboral y no cuidar, como tarea
principal, de los hijos. Si se viera forzado, optaría claramente por
no tener hijos. Desde luego, no a su cargo.
Es
sobre la mujer occidental de nuestros días, sobre quien recae la
responsabilidad de enderezar o socavar definitivamente el sistema.
La
mujer, libre e igual en derechos con el hombre, ya no está obligada
por ningún tipo de ataduras a tener una vida de una sola dirección.
Puede elegir, libre y soberanamente.
¿Qué
tipo de sociedad nos aguarda en un futuro próximo? ¿Una sociedad
basada en la generosidad y el valor de ser para los demás o una
sociedad teledirigida para fundar brechas insalvables entre sus
pobladores?
Es
la gran elección.
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