martes, 3 de septiembre de 2019

El sabio en la Samarkanda medieval estaba traduciendo al árabe "La Poética", de Aristóteles. Llegado a cierto punto, encontró dificultades pues no comprendía el texto. ¿Sobre qué disertaba el filósofo?, se devanaba los sesos.
Apesadumbrado, se fue al banquete en casa del cadí. Aquella noche acudía un mercader recién llegado de China. Se sentaron juntos y el mercader, en cierto momento le comentó al sabio que había asistido a un acto para él incomprensible.
"En un palco frontal en mitad de un patio al aire libre, unas personas entraban y salían sin orden ni concierto, vestidas de fantasía, y empuñando a veces armas, otras abalorios, a veces hablaban, otras cantaban. Todo muy extraño".
Al volver a su casa, a altas horas de la madrugada, el sabio retomó la traducción y, para teatro, que era de lo que escribía Aristóteles, empleó el término árabe equivalente a danza. "Sí, eso está bien", asintió para sí mismo.
En recuerdo a mi desmemoria de un cuento de Borges.

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