viernes, 22 de mayo de 2020

Cuando a cada cosa se le da un valor emocional y "no la tiro porque me recuerda al jardín de infantes", se da una suerte de panteísmo pero laicizado, desacralizado, en el que, al final, el Dios es uno mismo, situado en el centro de los objetos. Y el egoísmo lleva a evitar el diálogo, que se establecería, objetos por medio, regalando a los demás. Una buena forma de evitar el propio endiosamiento es ir sacando objetos de la órbita de uno mismo para trasladarlos a los otros. Pero date prisa, pues muchos objetos caducan y entonces ya no le servirán a nadie.

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