sábado, 15 de agosto de 2020

Seguro y acompañado en mi corazón transito por el mundo que me acoge, llueva, truene o haga calor. Ningún lastre impide a los globos ascender desde el suelo hasta las fauces de un perro juguetón - me imagino un globo rojo -. Distintos caminos aéreos conducen a los cielos los deseos y plegarias que, como un globo rojo, juegan a volar. Este laberinto de los deseos es vegetal y, por tanto, amable y venial. Como algunos perros que aman la lechuga, y hasta el brócoli, me entran ganas de hincar el diente, pero ellos esperan la voz del dueño y yo la de mi conciencia. (Fragmento de la confesión general de un jefe de negociado con ocasión de la confección de Impromptus administrativos - y que no pare la música -)

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