jueves, 25 de mayo de 2023

Si la vida fuera una representación, como dicen algunos sociólogos, no habría lugar para que la verdad nos importunase. La verdad es una forma de absoluto, lo que puede reformularse metafóricamente como un punto cero psicológico a partir del que se fundamentan muchos elementos de nuestra vida psicológica. Si todo fuera mentira, como dicen esos sociólogos, yo sería mentira también pues represento mi papel también ante mi mismo con lo que la conciencia de mi quedaría desactivada como un valor absoluto. Se relativizaría al yo y a los demás. Hasta la diatriba libertad-necesidad (¿somos libres?) se diluiría pues su objetivación podría ser un punto cero psicológico (la conciencia de mi mismo) a partir del que se incrementa o mengua mi potencial de sorpresa psicológica, y ya no tendría sentido. Al hablar de "sorpresa psicológica" me refiero a que toda representación tiene unos márgenes de tolerancia, y así, es generalmente previsible, aunque a veces haya sorpresas. Entiendo que se podría modelar la libertad diciendo que implica un incremento de la sorpresa, y por contra la necesidad implica una disminución de la sorpresa. Si desaparece el punto de referencia desaparece la misma diatriba. Sea verdad o no lo que estoy diciendo, si consideramos las cosas en estos términos seguramente nos volveríamos más humildes.

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