miércoles, 7 de agosto de 2024

Borges y Kant son dos ejemplos de lo que yo llamo el perenne retorno sin mácula. Ambos repetían, incansablemente, gestos, movimientos y hasta pensamientos en ciclos de distinto recorrido. Así, Kant paseaba todos los días pasando por los mismos sitios con la tenacidad de un reloj bien engrasado. Yo, siguiendo los pasos de esos grandes hago lo mismo. Por las tardes, en casa, en solitario y por las mañanas, en el trabajo, apañándome para integrar en mi deambular cíclico a mis compañeros. Por supuesto, hay que introducir, de cuando en cuando, pequeños epiciclos, al modo del sistema de Ptolomeo. Pequeños ajustes que sostienen el modelo. Yo creo que uno de los secretos, a voces, de la racionalidad y de la humanidad, es la repetición. La posibilidad de mantener un esquema de pensamientos - que funcione - a través de la espesura de lo contingente que nos acaece día a día. En efecto, sin conseguimos mantenerlo en pie tenemos la llave que da acceso a una porción de racionalidad en este mundo. Con lo que lo que nos hace humanos no deja de ser una forma del aburrimiento. Y con esta pequeña trampa final no tengo que pedir perdón por ser tan soso, como dice mi madre.

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