sábado, 12 de enero de 2019
jueves, 10 de enero de 2019
Cuando salí del hospital, traspasando las puertas de cristal automáticas, me sentí débil y desvalido. No en vano, habían sido cerca de catorce días en el paraíso tibio donde florecían las almas de invernadero. Fuera, hacía frío y era invierno. Lo peor de todo es que fuera, ¡no había ya salida! Y la vida, que entonces era monótona y muy aburrida, volvía por sus fueros. Hablo de hace más de diez años, ¡cómo he cambiado y cómo han cambiado las cosas! Pero, entonces...no llovía sobre la ciudad, sino sobre mi corazón.
martes, 8 de enero de 2019
Alan Turing, el famoso lógico de entreguerras, no sólo ideó el test que lleva su nombre para intentar descubrir a una máquina inteligente, sino que también ideó una prueba para calibrar la madurez de los que alguna vez habían leído el cuento de Blancanieves. Llevó a su fin lógico, y no fantasioso, el acto de la bruja: inyectó arsénico en una manzana y se la comió (eso ya fue en los años 50). El hecho de que casi nadie se horrorizase ante su muerte muestra claramente que tuvo éxito en su empeño.
sábado, 5 de enero de 2019
Caballos que vuelan: una manada suspendida en las alturas de una meseta. Ese fue el principio -y el fin-, el alfa y el omega de mi primera excursión de senderismo, in illo tempore. Siempre supe que los caballos voladores nunca me abandonarían porque hice un relato del viaje. Perdido hace ya tiempo, queda esa imagen en mi mente, que no vuela, sino que se desliza sobre raíles como de tranvía, imagen recurrente esa de una película alemana de los años 20, "Sinfonía de una gran ciudad". Creo que mi mente es más sinfónica que pictórica, pero aun así, los caballos vuelan.
jueves, 3 de enero de 2019
El ruido -en teoría de la información, es ruido todo lo que no es información- es una información que no comprendemos todavía. Dicho de otra forma, es nuestro margen de maniobra para llegar a obtener algún sentido. Y, como tal, es un estado inestable que está siempre a punto de caer del lado de la estabilidad. Así, el ruido es la información en sus momentos de optimismo, la euforia de la información.
domingo, 30 de diciembre de 2018
sábado, 29 de diciembre de 2018
El
aleteo
El
ritual de apareamiento del águila calva ha comenzado. Son los
preliminares de la secuencia y el macho está sacándole rendimiento
a su fina capa de grasa corporal que le permite empotrarse
grácilmente contra las defensas de su hembra.
Seguro
que son las cosas del querer, pero verde que te quiero verde...
Encontraron
unos polluelos junto a unos restos de huevos en el nido de la pareja
felizmente empotrada.
La
potencia de tiro no permite abrigar grandes esperanzas sobre la
suerte que corrieron, allá por las montañas.
¿Qué
hacer?
Enfangarse
en los bordes de la charca y hacer de tu capa un sayo...
Sólidos,
se agarran a la cadena trófica y empujan, empujan...
Sabias
decisiones les han conducido hasta aquí, por más que no vuelen,
todavía, no encontrarán la solución a sus cuitas sin perder
algunas plumas de su bello plumero.
Los
polluelos todavía, quizá, no lo saben, pero sus progenitores van a
tardar más de la cuenta en volver.
El
nido se ha quedado huérfano, habitado por las tiernas crías que
graznan con algo de estupor y un poco más de desespero.
¿Sabrán
los riesgos que corren, solas? ¿Se imaginarán por un momento los
peligros que las acechan?
Pero
pronto les sonreirá la suerte. Su madre aparece en lontananza con un
peso que promete entre sus garras.
Las
crías se salvaron, por esta vez. Pero que no haya corrido la sangre,
salvo la de la presa, no quiere decir que sus pruebas hayan
terminado.
Poco
a poco van desarrollando plumaje, musculatura y tonicidad en sus
extremidades. La vista se aguza y el olfato, también.
El
verano avanza y pronto llegarán los primeros fríos otoñales.
¿Quién
salvará a quién? Ese es el dilema cósmico que aletea sobre esta
breve historia de unas aves y sus crías, en agraz.
Conocer
el resultado, juego a tiempo parcial en todo caso, es cosa de interés
para los protagonistas, pero no tanto para nosotros, meros
observadores, a distancia y protegidos por toda una capa de irisada
civilización.
“Faites
vos jeux!”, sólo le faltó gritar al croupier de este gran juego.
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