lunes, 11 de febrero de 2019

El ascensor de caja de madera se ha quedado colgado entre el bajo y el primero.
- El edificio es antiguo, dijo mi amigo C., y los propietarios no quieren hacer las derramas que ayudarían a revertir su estado.
- No me extraña, dije yo, si empezaran a hacer arreglos la factura subiría a la estratosfera.
Íbamos caminando por una estrecha calle en leve pendiente, hacia abajo.
Miré adelante y vi un perro grande, aparentemente muy viejo. C. lo acarició al pasar. 
Pensé que el perro podría poner en movimiento al viejo ascensor si su cansado lomo tuviese que emprender el ascenso de la escalera.
"Si viviésemos en Japón, nadie querría tener que cargar con la muerte de ese venerable anciano, agotado de subir escaleras", seguí pensando.
Y no sé por qué, me dio por recordar al sabio Paganel que, sabio despistado, rotuló "Mar del Japón", en un mapa que confeccionó de las costas del Cantábrico, en alguna novela de Julio Verne.
Sí, eran Los hijos del capitán Grant.

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