El cerebro es fuente y caudal de pensamientos. Nunca se sacia de ellos, los utiliza para disolver, poco a poco, el mundo. Así, por ejemplo, a los 18 años tenía ganas de vivir, y ahora, a los 57, ya no tengo ganas de vivir, porque tengo algo más importante, vida. Disolví el ansia del mundo y me quedé con su esencia. Y mi cerebro sigue manando...
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