sábado, 28 de diciembre de 2019

La huella del brazo que había impreso en la nieve que cubría el campo agreste estaba perfectamente cristalizada. "En una cápsula del tiempo", pensó. Era el recuerdo del lunar sospechoso que le habían criogenizado con una pequeña descarga de nitrógeno líquido en la consulta de la dermatóloga. "Hibernando", se dijo. La peca ya no está, "pero queda la huella del brazo" y trastabillando un poco, cayó con lentitud desesperada sobre la nieve. El contorno pronto asemejó a un borrón o una sucesión de tachaduras en un cuaderno de dibujo al aire libre. "Ya no" y al levantarse silbó como para que las huellas inertes le siguieran. Pero no.

No hay comentarios:

Publicar un comentario