domingo, 5 de abril de 2020

El entorno de los humanos es poco más o menos como el de los animales. Se reduce al hogar, al trabajo y a las relaciones sociales de barrio, diarias. No requiere de imaginación, por eso es tan repetitivo y estable. Los animales casi no necesitan la imaginación. Los humanos, sí, para dar forma y contenido al conjunto de estructuras sociales que cada día van naciendo de nuevo y llenándose con aquella. La vida humana, tal como la conocemos, sería imposible sin capacidad de imaginar entornos secundarios o terciarios, ya no por contacto directo, sino por memoria. Somos animales que imaginan, y nos imaginamos que somos el homo imaginarius.

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