sábado, 25 de abril de 2020

La música tiene su propia temporalidad. 
Como explico a continuación, eso hace que la amemos sin angustia. 
La angustia se podría definir comunicativamente como no saber qué afecto expresar, y así tener una expresividad manoteante, que se dirige a todas direcciones simultáneamente, luego, estaría en un tiempo propio en cierto sentido. 
Si pusiéramos ese tiempo propio surgido de nosotros en contacto con el de la música, nos haríamos incompatibles con ella, no podríamos amarla, pues se establecería una lucha sin cuartel entre ambas temporalidades para decidir cual predominaría.
Esto permite decir que mucha música clásica del siglo XX, que está basada en la angustia, se inhabilita a sí misma, al impedir de por sí que la amemos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario