La
sensación de familiaridad que tenemos sobre nuestro cuerpo, no tanto
sobre nuestra mente (o no del mismo tenor), nos impulsa a dar por hecha
su posesión por un tiempo indefinido cuando lo más sensato sería
considerarlo un arrendamiento a tiempo parcial y por tramos. De este
modo, si somos desahuciados tendremos un título legal para mostrar a
quien corresponda, bien puede ser por persona interpuesta, nuestro
derecho a ataúd, columbario o canopo funerario, en digno toque de
atención virtual a nuestros deudos o a la municipalidad, según sea el
caso. Algo así como si legásemos a la posteridad inmediata un croquis o
plano de situación donde apareciera nuestra extinta posición en el
mundo. ¡Papel mojado!, me diréis, papel quemado o mordido por los
gusanos, asiento yo.
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