Sí, los noctámbulos mugen, y su mugido, un tipo de ultrasonido, enciende
las luces de los bares de copas y apacienta las farolas de luz naranja
de Madrid, reuniéndolas en la alquería dispersa que es la ciudad donde
afilan las sombras nocturnas que se escarchan bajo ese mugido inaudible y
apaciguador a pesar suyo, domador de muchos lamentos sin nombre que
pulularían por los contornos de no ser amaestrados.
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