El
horno caliente
El
verano ya ha llegado al hemisferio boreal, y el verano se abre
oficialmente -sentimentalmente- con la noche de san Juan.
Es
una noche en muchos lugares plagada de rituales mágicos en los que
el fuego juega un papel preponderante.
Permitidme
un localismo, yo pasé parte de mi infancia y mi adolescencia en
Barcelona y allí sí que se celebra a lo grande la noche mágica de
san Juan.
Hogueras
en los cruces de calles para quemar lo viejo y purificar antes de la
llegada de lo nuevo, verbenas en las azoteas de los edificios y coca
de san Juan, un dulce tradicional que se asemeja a una pizza dura y
crujiente.
Todo
ello regado con el cava catalán. ¡Cuántos recuerdos de noches de
san Juan!
Ahora,
aquí en Madrid, todo es distinto. ¡Mucho mejor si tenemos en cuenta
que no se lanzan petardos!
Nuestros
pobres y queridos animales de compañía así no sufren de estrés. O
al menos, no por ese motivo.
Otro
localismo, aquí en Madrid el verano se abre oficialmente con la
semana del Orgullo Gay. Y lo dejo ahí.
¿Qué
nos trae a la mente el verano? El verano es la estación de la
cigarra, como el invierno lo es de la hormiga.
El
verano es lujo vital, derroche de todo tipo de sensaciones y
emociones. La estación en que por fin salimos definitivamente en
paños menores a la calle.
Y
la mejor estación para los ciclistas urbanos y los corredores. Para
todos los demás, es la estación del aire acondicionado. Sí, de los
resfríos y catarros estivales, ¡tan temidos!
Y
las huelgas vitales, las holganzas. Es la estación prodominante de
las vacaciones en que se producen aluviones de gentes desplazándose
arriba y abajo.
Hay
un monasterio en Burgos, llamado el de las Huelgas Reales. Es un Real
Sitio. Quiere decirse que en algún momento, los reyes lo utilizaron
de aposento y Corte.
Mi
recuerdo infantil asociado al monasterio es el de la exposición de
dos trajes de corte de la época medieval. ¡Enormes y larguísimos!
Para gigantes. ¿Hemos mejorado físicamente la especie o nos hemos
empequeñecido? Misterios de la Historia.
Y
este artículo tan peregrino, tan sin centro ni compás, es,
estilísticamente, mi aporte al homenaje a la estación de la
holganza que de algún modo hay que alabar pensando en augurios
favorables para lo que nos resta de calida fornax (horno caliente),
por cierto, según algunos el origen del nombre de California.
De qué manera tan leve trenzas párrafos que le llevan a una de la hoguera a la holganza. Aplausos, querido José.
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