Las nubes no lloraban, pero sentían los cielos bajar. La hondonada les
cubría de ataques, pero también podía ser una trampa mortal. Los
extraterrestres vagaban, pero no deliberaban. Eran poetas, e invocaban a
su planeta casi por automatismo. Desde una colina cercana, un par de
excursionistas contemplaban la hondonada. "¡Cómo aúllan esos perros!",
le dijo el uno al otro.
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