martes, 5 de junio de 2018
Lo malo es siempre el límite de la virtud, pues la bondad y la maldad se
presentan siempre en una díada inseparable, donde resaltan más los
contrastes. Así, el agua del río en el que no nos bañamos dos veces
tiende a ser imbebible (¿invivible?) y no potable es la característica
de la mayor parte de nuestros gestos cotidianos, cuando siempre queremos
señalar a la paloma blanca que levanta el vuelo de algún río del que no
ha de volver a beber. Cuanto peor, mejor? Sin duda habrá que lavarse
los dientes con algún agua que nos sobrará para acabar de ser mejores.
Pero recuerda, la virtud como los dientes recién lavados sonríe siempre.
A quién? A su contrario, como no podía ser menos.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario