El
psicólogo...y el paciente
El
arrojo de un psicólogo le hace resucitar en cada consulta la
historia de sus presentes, esto es, tanto del suyo propio como el de
los pacientes que acuden a consulta.
No
hay nada más loable que volver a vivir cada vida que, a briznas, se
presenta cada día ante sus ojos, sus oídos y su mente.
De
esas briznas, curiosa y cuidadosamente entretejidas, nacerán los
presentes que son el joyel con el que el psicólogo debe lograr el
milagro de la terapia.
No
importa tanto el pasado, cuanto el presente y como encarar futuros
posibles, que se abren y se desenvainan en consulta, con ayuda del
psicólogo.
El
paciente tiene que lidiar con esos presente y futuros y rehacer, a
briznas, sus vidas que se le iban escurriendo, muchas veces, como
arena entre los dedos.
Las
secuencias son clave del proceso. El psicólogo debe estar atento a
las señales, hasta que empiecen a surgir los rescoldos, y las
briznas, finalmente, se eleven de la hoguera -muchas veces- de las
vanidades del paciente.
El
entorno, físico y humano, es importante. El paciente debe saber e
interiorizar que su cometido es navegar por entre las aguas que no se
remansan en demasía sino que, bravías a veces, irrumpen en su
delicado gestionar del brete psicológico.
La
psicología no es una ciencia, sino un conjunto de técnicas, saberes
y experiencias personales del psicólogo, que intentan a cada nueva
sesión engarzar con los problemas y saberes del paciente.
La
situación puede desmayarse, pero el psicólogo ha de saber
dinamizarla para, a cada momento, trazar la curva de probabilidad
hipotética del salto o abordaje al otro, al paciente.
Es
muy importante que las terapias no se eternicen sino que, por el
contrario, se reduzcan y concentren en una decena, o poco más, de
sesiones.
En
ese lapso, el psicólogo y el paciente deben haber hallado el
equilibrio que les permita avanzar en la frondosidad de la espesura
psicológica y determinar unas pocas dianas que deben lograrse con el
auxilio y el apoyo del psicólogo.
La
vida psicológica a dos, la relación psicólogo-paciente, es
problemática y honda, pero debe llevarse a buen puerto para que el
tratamiento impulsado por el psicólogo logre dar sus frutos.
El
mejor acicate o recompensa es que el paciente detecte avances
sostenidos en el logro de las dianas seleccionadas por el trabajo con
el psicólogo.
Pero
estos recursos son el valor personal del paciente y su mayor logro es
permitir que el psicólogo los detecte y dinamice para encauzar
situaciones y aspectos problemáticos bien definidos.
Finalmente,
recordar que las sesiones tienen un inicio y un final y que hay que
saber cejar en el empeño.
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