sábado, 30 de marzo de 2019



El psicólogo...y el paciente

El arrojo de un psicólogo le hace resucitar en cada consulta la historia de sus presentes, esto es, tanto del suyo propio como el de los pacientes que acuden a consulta.

No hay nada más loable que volver a vivir cada vida que, a briznas, se presenta cada día ante sus ojos, sus oídos y su mente.

De esas briznas, curiosa y cuidadosamente entretejidas, nacerán los presentes que son el joyel con el que el psicólogo debe lograr el milagro de la terapia.

No importa tanto el pasado, cuanto el presente y como encarar futuros posibles, que se abren y se desenvainan en consulta, con ayuda del psicólogo.

El paciente tiene que lidiar con esos presente y futuros y rehacer, a briznas, sus vidas que se le iban escurriendo, muchas veces, como arena entre los dedos.

Las secuencias son clave del proceso. El psicólogo debe estar atento a las señales, hasta que empiecen a surgir los rescoldos, y las briznas, finalmente, se eleven de la hoguera -muchas veces- de las vanidades del paciente.

El entorno, físico y humano, es importante. El paciente debe saber e interiorizar que su cometido es navegar por entre las aguas que no se remansan en demasía sino que, bravías a veces, irrumpen en su delicado gestionar del brete psicológico.

La psicología no es una ciencia, sino un conjunto de técnicas, saberes y experiencias personales del psicólogo, que intentan a cada nueva sesión engarzar con los problemas y saberes del paciente.

La situación puede desmayarse, pero el psicólogo ha de saber dinamizarla para, a cada momento, trazar la curva de probabilidad hipotética del salto o abordaje al otro, al paciente.

Es muy importante que las terapias no se eternicen sino que, por el contrario, se reduzcan y concentren en una decena, o poco más, de sesiones.

En ese lapso, el psicólogo y el paciente deben haber hallado el equilibrio que les permita avanzar en la frondosidad de la espesura psicológica y determinar unas pocas dianas que deben lograrse con el auxilio y el apoyo del psicólogo.

La vida psicológica a dos, la relación psicólogo-paciente, es problemática y honda, pero debe llevarse a buen puerto para que el tratamiento impulsado por el psicólogo logre dar sus frutos.

El mejor acicate o recompensa es que el paciente detecte avances sostenidos en el logro de las dianas seleccionadas por el trabajo con el psicólogo.

Pero estos recursos son el valor personal del paciente y su mayor logro es permitir que el psicólogo los detecte y dinamice para encauzar situaciones y aspectos problemáticos bien definidos.

Finalmente, recordar que las sesiones tienen un inicio y un final y que hay que saber cejar en el empeño.

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