jueves, 30 de mayo de 2019

En los años 20, del siglo pasado, un arrojado se arrojó por las cataratas del Niágara a horcajadas sobre una pelota de goma de más o menos 1,5 metros de diámetro. Curiosamente salió indemne. 
En la foto conmemorativa de la hazaña se le ve posando, junto a su inseparable bola de goma, con unas pocas tiritas (curitas) a ambos lados de la frente. Posa sonriente como quien ha descubierto las fuentes del Nilo o encontrado al Dr. Livingstone en la selva. 
No deja de ser congruente con una época, que ya tocaba a su fin, de descubrimientos e invenciones. Yo me imagino qué pensaría la pelota en su porosa interioridad de goma.
Pero no quiero dejar que os perdáis la foto (si la encontráis).
Sublime encuentro de una sonrisa con tiritas y una bola de cañón blando, grande, grande, como la Grosse Bertha de la primera gran guerra. Aunque esto ya sea otra historia.

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