sábado, 29 de junio de 2019

Noche. A pocos pasos del epicentro, zona cero, del Orgullo de Madrid. Sombras perrunas fugaces sobre, dentro de, un laberinto vegetal o parterre floral como se quiera, al lado del Prado. Negros lomos, negras patas, persiguiendo la noche que refresca apenas, -pero sí-, rebozándose en la hierba recién regada. Después del jaleo ritual durante varios minutos de embeleso perruno, perfumados por el aire caliente y la relativa intimidad de la oscuridad ciudadana de un parquecillo, de repente, en la noche, dos ojillos brillantes, dos luciérnagas que miran desde el reposo fugaz sobre la hierba. Y te ven esos ojos, y eres tú porque son ellos. Sosiego y solaz del espíritu, aquí, a dos pasos del enjambre de Madrid.

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