sábado, 29 de septiembre de 2018

Como el doble no era de su agrado, le dejó en la calle llamando a la puerta de su casa. (Evidentemente, sabía donde vivía). Siguió dos puertas más allá y, desde luego, era la morada de su doble. "Magnífico negocio", pensó, "no tengo más que morir para penetrar en la paz de mi doble". Y así, ¿qué pensáis que ocurrió? Efectivamente, el doble, que seguía a la puerta de su casa, por fin pudo entrar y continuó con su vida en sosiego y contento.

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