lunes, 26 de agosto de 2019

La invención del alma cristiana fue un gran avance antropológico. Hasta ese momento, la persona, recordemos que su etimología es máscara, era pura exterioridad. El cuerpo en la Antigüedad era muy importante, el cuerpo del que no se rebasaban sus límites, ni hacia el exterior, ni hacia el interior. Creo recordar que, por ejemplo, hasta el siglo IV D.C. algunos adelantados, religiosos, no empezaron a leer en silencio. Hasta entonces, la lectura se hacía en voz alta, incluso estando solo. El alma cristiana vino a dar una profundidad, espiritual, al cuerpo, impensable hasta la fecha. En compensación, el cuerpo fue sublimado y denostado a la vez, en un doble movimiento del que todavía hoy no nos acabamos de recuperar.

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