martes, 6 de agosto de 2019

Publicado en Facebook por Claudio Fabián:
El cerebro no puede valorar en profundidad a todas las personas con las que interactuamos. A la mayoría más o menos las clasificamos de un modo automático, casi por intuición. Sería una pérdida de energía enorme evaluar afectivamente al camarero del bar, al chofer del bus, los vecinos, a todas las compañeras del trabajo, etc.
El cerebro agudiza la capacidad de valorar para las pocas personas que tenemos cerca en nuestra vida afectiva personal, con quienes hay un sano vínculo emocional o convivencia.
Esto se puede ver distorsionado en la personalidad egoísta o narcisista, que solo se valora a sí misma, y no le queda energía para valorar a otros.

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