Una cualidad de la posmodernidad es que ya no hay callejones sin salida, pues nada es sólido, todo es líquido. Lo que conlleva la imposibilidad de construir - ni de destruir -. Hay una suerte de perennidad, se enlazan el tiempo y la eternidad. En ese sentido, el posmodernismo es el más grande humanismo, pues el hombre es, precisamente, la intersección del tiempo y la eternidad.
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