domingo, 21 de abril de 2019

En el siglo XIII la dinastía de los Song del Sur, guardaba las esencias de China al sur del río Huai. El resto del Imperio estaba bajo dominio mongol. Los mongoles acabarían por reunificar al país bajo la siguiente dinastía. 
Pero el aroma de final de Imperio que debió sobrevolar las ciudades y los campos de los Song del Sur no era óbice para que el Club de los Cazadores de Antigüedades se reuniera de forma periódica en su capital. 
Los miembros prominentes de la sociedad beneficiaban de una diversificada y abundante ración de diversas formas de ocio y entretenimiento.
Recuerdo nuestras salidas a restaurantes de comida hindú, en el Barrio de los Espectáculos. Allí, en cierta ocasión, conseguí tras ardua discusión hacerme con un carro ritual tibetano muy antiguo que colmó de satisfacción a mi padre, antiguo presidente de nuestro club y que se dedicaba ya tan solo a la caligrafía.
Intentaba pintar con un pincel de un solo pelo al tigre blanco en los campos nevados de arroz.

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