martes, 16 de julio de 2019

Recibir el sonido de las cuerdas de un laúd barroco es pulsar la sensación de un mundo perdido en el que la identidad religiosa definía muchas cosas y ese sonido, tan francés, como española es la guitarra, retrotrae a tiempos en que se daba la primogenitura musical, ya digo, en España, en Francia, en Inglaterra (viola de gamba), en Alemania (clave). También había, claro, los correspondientes hijos pródigos, pero de estos se expelía el aire caliente (en verano) que surgía del órgano de Charpentier, por ejemplo, y de las hogueras... La Europa de las músicas es asimismo la de las guerras de religión, no se puede separar al hijo del padre, con o sin mayúsculas.

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